“Con los pies descalzos salgamos a predicar”.
De este modo persuadía a sus acompañantes de la importancia de predicar desde la pobreza, en contraposición a la pompa y boato de los legados pontificios. Había que cambiar la idea de “conquista” por la fuerza a la de la convicción por la autenticidad.
“Si alguien enseña a los frailes que faltar a las observancias es pecado, yo mismo iré sin demora por los claustros raspando todas las reglas con su cuchillo”.
Respeta y pide que se respete lo que libremente se profesó, pero con idéntica libertad y firmeza deja bien claro que las observancias en la Orden no obligan bajo pena de pecado, puesto que son “medios”, necesarios, pero “medios.” Son una ayuda para vivir el ideal y no un código moralizante para medir la respuesta y la fidelidad.
“El trigo amontonado se pudre”.
Cuando pretendieron disuadirlo ante su decisión de dispersar a los frailes. Y agregó: “Dejadme, yo sé muy bien lo que me fago”. Revela su confianza en la providencia y la audacia de su fe: Dios da la fuerza y el crecimiento.
“Tened caridad, conservad la humildad, poseed la pobreza voluntaria”.
Es este su testamento espiritual, legado en el momento de su muerte a los frailes.
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